La adolescencia es aquel período evolutivo que empieza
en la pubertad y finaliza cuando la persona llega a la madurez.
Comprende, aproximadamente, desde los 12 años hasta los 18 años.
A partir de ese momento pasa a ser un adulto joven.
La conducta del adolescente fluctúa entre el conformismo y la rebelión,
la espontaneidad y la reserva, la independencia y la dependencia,
todo en un corto espacio de tiempo.
La imagen de Independencia en este momento se transmite, va ligada
a una dependencia poco real. El adolescente experimenta un vacío
emocional, una situación de espera. Para ello, se desvincula de
los lazos afectivos de la familia a fin de pertenecer a un grupo
de amigos/ compañeros, que le hará sentirse más seguro, estable
e independiente. En estos casos la comunicación se basa principalmente,
en la transmisión de los problemas personales como una descarga
emocional.
La adolescencia es la etapa en la que se experimenta la búsqueda
de la propia imagen o identidad. El adolescente encamina todos sus
esfuerzos a superar un sentimiento de difusión de la identidad,
entendida como una duda respecto a “quien es”.
Cuando el joven irrumpe en la adolescencia, pretende lograr su independencia,
sin acatar las órdenes de las figuras hasta ahora, autoritarias
e intenta exponer su criterio, opinión o pensamientos propios. De
todo ello, se deduce que esta etapa esta marcada por acciones llevadas
a cabo, más por las emociones, que sin duda, influyen enormemente
en “el largo camino hacia la madurez”, que por el pensamiento lógico.
La vida familiar con el adolescente acontece a menudo, entre discusiones,
desacuerdos y discrepancias. Esto es debido a que el adolescente
intenta cambiar a su gusto normas familiares, hábitos personales,
control de televisión, uso del teléfono e incluso la relación con
los hermanos.
El paso de la adolescencia a la edad adulta viene marcado, además
de por unos cambios en la estructura psicológica, por unos cambios
situacionales. El tipo de vida junto con las responsabilidades,
retrasa o adelanta la edad de entrada a la siguiente etapa. Este
fin llega de manera tan inesperada como empezó. Un día el quiere
cooperar, deja de criticar, conversa con los padres y cambia en
otros aspectos positivos. Todo es cuestión del tiempo en que ellos
logren esa independencia, que tanto ansían y que por fin sienten
alcanzada.
En definitiva, el adolescente no quiere que se le hable; lo que
intenta y valora es que, simplemente, se le escuche. Escuchar con
eficacia es todo un arte que solo algunas personas saben llevar
a la práctica.
En su carrera hacia la madurez el adolescente desea opinar y, opinando
en el ambiente familiar practica y entrena. Opinar le ayuda a sentirse
adulto y valido.
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